Martín Miguel de Güemes, líder político y estratega de la Independencia argentina
A 234 años de su natalicio, se va volviendo unánime el reconocimiento al prócer salteño.
A 234 años de su natalicio, se va volviendo unánime el reconocimiento al prócer salteño.
Martín Miguel de Güemes nació el 8 de febrero de 1785. Perteneció a la elite y se formó militarmente desde la adolescencia. Hoy es reconocido como nuestro héroe máximo, y se ubica junto a San Martín y Belgrano entre los mayores próceres nacionales.
Fue un revolucionario, y esto cuesta entenderlo. Participó desde el primer momento de la lucha emancipadora de las primeras décadas del siglo XIX alentadas por la Revolución Francesa, la crisis política de la corona española y los intereses comerciales en juego.
Para entender a Güemes y a sus contemporáneos es imprescindible superar los esquemas escolares que intentan hacer de la historia un santoral. Si Atilio Cornejo y Bernardo Frías lograron quebrar el odio clasista que separaba a las clases altas del “Padre de los Pobres , se debió a la capacidad de ambos para mostrar la realidad revolucionaria en un tiempo en que las palabras “realistas y “patriotas no hablaban de lealtades o traiciones, sino de las distintas actitudes frente a un cambio que se fue precipitando. Una historiadora contemporánea, Sara Mata, contribuye a profundizar esa visión del rol político y militar de Güemes.
No es un caudillo que exalta la barbarie, sino el estratega que asume la tarea de impedir el reasentamiento español en la extensa zona de influencia de Salta del Tucumán. La reacción de los productores rurales, en defensa de sus ganados primero, y de la independencia después, dieron origen a la Guerra Gaucha, liderada por un salteño extraordinario, de conducta espartana, que supo respaldar a San Martín y compartir con él las desavenencias con la elite porteña.
La independencia, la construcción de una nueva nación y la incipiente tensión entre el puerto y las provincias aparecen en el escenario de un tiempo que no se puede comprender con el lente distorsivo del anacronismo. El tiempo, poco a poco, redimensiona la figura del caudillo que apostó fuerte, por la patria, y ganó.
Fuente: El Tribuno Salta