Jóvenes trans sostienen un merendero y ayudan a más de 60 niños
Sueñan con prepararles más “cosas ricas”. Foto ilustrativa.
Sueñan con prepararles más “cosas ricas”. Foto ilustrativa.
El merendero comunitario “Rinconcito de luz” necesita la ayuda de vecinos, entidades comunitarias y también del Estado. Ubicado en el barrio Finca Valdivia está a cargo de al menos 15 jóvenes mujeres trans con la colaboración de vecinos que se van sumando.
La organización está en una zona a la que se ingresa por la ruta provincial 26, camino a La Isla, al sudeste de Salta capital. Asiste a más de 60 niños y niñas del barrio, además de siete abuelos que van a buscar una merienda en estos tiempos de pandemia.
Las jóvenes y los vecinos trabajan los martes y jueves para brindar su solidaridad a los vecinos. Como pueden, juntan harina y yerba para preparar mate con tortillas a la parrilla. Hasta ahora no reciben ayuda de nadie.
Todo comenzó como una gran olla popular ante la vulnerabilidad que planteó la cuarentena para las chicas trans. Esa jornada fue fundacional. A partir de entonces comenzaron a ver que toda la barriada necesitaba comer.
Casi ninguna tiene un plan social o subsidio, por lo que trabajan de lo que sea y con eso juntan unos pocos pesos para harina, yerba y azúcar.
Según las organizaciones que trabajan por la diversidad, un 80 por ciento de las mujeres trans en Salta se dedica a la prostitución y ese dato refleja la precariedad laboral, social y económica por la que están atravesando. El resto trabaja en peluquerías o ferias, con lo cual se completa un panorama crítico. Son muy pocas las que tienen empleo y muchas menos las que acceden a un salario en blanco. Si bien ahora se flexibilizó la cuarentena, el sector sigue sin asistencia del Estado.
“Nosotras quisiéramos hacer bizcochuelos, tartas dulces, pastaflora. Somos chicas que sabemos cocinar todas y que queremos brindarles a los niños y niñas otras cosas ricas. Igual que a los abuelos. Pero no tenemos ingresos ni trabajos fijos. Solamente nos alcanza para las tortillas a la parrilla que hacemos con tanto amor. Quisiéramos también agregar más días pero no tenemos plata”, dijo Luisana Trinidad, quien es una de las referentes de la organización solidaria.
El patio de la casa de Luisana, una parrilla hecha con ladrillos huecos y unos fierros les sirven para asar las tortillas y mantener caliente el mate cocido. Una mesa en la vereda dice más que cualquier texto. Los niños y los ancianos llegan y retiran contentos la merienda.
“Nosotras ya apostamos a ver cuándo podremos dar un chocolate caliente. Las facturas son un sueño que no se cumple. También pensamos en sandwiches de fiambre. Son por ahora todas cosas imposibles para nosotras por la gran cantidad de niños que vienen. Confiamos en la solidaridad de los vecinos, que seguro nos ayudarán “, dijo Luisana.