Historias del Milagro

Doña Damiana Luzco: el emotivo ejemplo de fe y devoción en sus 80 años

Doña Damiana no solo se ganó el cariño de los tolareños y peregrinos, sino que se convirtió en un símbolo de perseverancia y fe. En cada peregrinación, los caminantes buscaban su presencia, su abrazo reconfortante y sus palabras de aliento.

Con casi 80 años de vida, Doña Damiana Luzco fue un faro de fe y devoción para la comunidad de San Antonio de los Cobres y los peregrinos de la Puna. Madre de varios hijos, pastora y viuda, llegó hace décadas desde los pequeños poblados de la Puna jujeña en busca de un futuro mejor. Desde entonces, se asentó en el Barrio Alto Molino, donde, con sus propias manos, construyó un santuario en su hogar, repleto de imágenes religiosas como muestra de su agradecimiento a Dios y a todos los santos por la vida y la protección de su familia.

Doña Damiana, con su sencillez y humildad, reflejó la esencia misma de los puneños. Con facilidad, cualquiera pudo entablar una conversación con ella, pero lo que realmente la distinguió fue su profunda conexión con la fe y la devoción, lo que la llevó a ser parte de uno de los momentos más importantes para los fieles de la región: la gran Peregrinación de la Puna en honor al Señor y la Virgen del Milagro.

Hace años, comenzó este camino acompañando a una de sus hijas que residía en Tolar Grande. Desde entonces, año tras año, caminó los más de 350 kilómetros junto a los peregrinos, rezando y brindando ánimo a todos los que se sumaban a esta travesía. Sus plegarias resonaron entre las montañas, iluminando las frías y duras mañanas, cuando el cansancio se apoderaba de los promesantes. Su voz, cargada de fe, fue un impulso espiritual que alimentó el espíritu de cada caminante.

Doña Damiana no solo se ganó el cariño de los tolareños y peregrinos, sino que se convirtió en un símbolo de perseverancia y fe. En cada peregrinación, los caminantes buscaban su presencia, su abrazo reconfortante y sus palabras de aliento. Su figura, cargando la cruz penitencial, marcó el inicio de la gran peregrinación durante años, siendo un testimonio vivo de la fuerza que la devoción puede otorgar.

El Señor y la Virgen del Milagro iluminaron su camino, y ella, a su vez, iluminó el de todos aquellos que tuvieron el honor de caminar a su lado. Que su ejemplo siga siendo una fuente de inspiración, porque un Milagro Salteño sin Doña Damiana es difícil de imaginar.

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