La laguna de Brealito, un lugar paradisíaco y fantástico en Salta

Conocida como una laguna encantada, se halla a 12 kilómetros de Seclantás.

Conocida como una laguna encantada, se halla a 12 kilómetros de Seclantás.


Conocida como una laguna encantada, la Laguna Brealito se halla a 12 kilómetros de Seclantas, en el pueblo de Brealitos, un caserío que se desarrolla caprichosamente siguiendo el curso del río homónimo. Este encanto natural es ideal para pasar un día inolvidable.

El viajero que accede a esta zona, quedará maravillado por las abruptas montañas que circundan la Laguna Brealito, 300 metros más alta que el pueblo, pero también hallará en el espejo sólo el reflejo de un paisaje de impacto, sino también un paraíso para la pesca del pejerrey.



La Laguna Brealito pertenece a la finca de ‘Luracatao’, que en el inicio de la colonización española fue una merced real de los conquistadores. A ella se accede de dos maneras y la majestuosidad de las piedras hacen que las dos entradas sean imponentes.


A través de un camino sinuoso y empinado, tras recorrer unos 10 kilómetros en movilidad, se llega a un abra, en donde una tranquera marca la entrada a la finca.

Allí, el viajero experimentará algunas sensaciones que colindan con el estupor y la adrenalina, pues se la puede contemplar hacia el otro lado, desde arriba, mientras recorre con la mirada el serpenteante camino que baja hacia ella.

También se puede ascender a la laguna caminando por una senda que faldea las escarpadas rocas. Tranquilamente, se puede arribar en una hora mientras se va ganando altura. Al llegar al borde, el corazón se regocija con el paisaje; para un lado, la laguna enclavada entre las altísimas rocas, para el otro, el pueblo de Brealitos.



La Leyenda de la Laguna Brealito

Era una población muy numerosa y trabajadora. Había oído la palabra de los misioneros y se mantenía muy devota. Pero la prosperidad de su comercio, el dinero excesivo que ganaban, hizo que los habitantes se perdieran.

Lujos y vicios rivalizaban en primacía. Se olvidaron de Dios. Su Iglesia, muy linda y adornada de oro, no era concurrida. Una vez llegó al lugar un viejito muy pobre. Les habló en la plaza para que cambiaran de vida y realizaran penitencia por sus pecados. No le quisieron hacer caso y tampoco le dieron hospedaje ni comida.


Entonces, el viejito se fue a un barrio alejado del centro de la urbe y ahí encontró una familia muy buena odiada por los demás a causa de sus costumbres puras. El jefe de la casa había sido sacristán.

En recompensa del hospedaje el viejito les anunció los castigos que vendrían sobre los malos cristianos. Les aconsejó que se fueran en seguida a otro pueblo pero que, si oían grandes ruidos, no se dieran vuelta para mirar los desastres.

Sucedió como predijo el anciano. Se oyeron grandes estrépitos de terremotos. El sacristán, curioso, volvió la cabeza para observar y… quedó convertido en piedra, rodando y deshaciéndose.

La ciudad maldita yace ahora en ruinas bajo la laguna. Los vecinos oyen en las noches el gemir de las campanas de la Iglesia, a las que todos insultaban. Creen también que, cuando las campanas suenan tan tristes, es porque las almas «muertas en condena vienen llorando sus pecados terrenales».



FUENTE: TRIPIN


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