Don Félix cumplió 100 años y lo festejó a lo grande
Fue peón rural, comisario, almacenero, fundador del fortín de gauchos y de varias instituciones de El Naranjo.
Fue peón rural, comisario, almacenero, fundador del fortín de gauchos y de varias instituciones de El Naranjo.
Don Félix Oscar Satti, conocido como “el Turco”, nacido y criado en El Naranjo, cumplió sus cien años de vida, en la que hizo de todo, o por lo menos casi todo. Hoy con cien años de edad, es dueño de una memoria envidiable, una salud de hierro y una alimentación que no se priva de nada.
Es reconocido en Rosario de la Frontera por su humildad, sus valores y su vida de sacrificio dedicada al trabajo y a la crianza de sus cinco hijas. Actualmente, viven cuatro de ellas. Tiene once nietos y quince bisnietos.
En el festejo estuvieron presentes sus amigos de toda la vida, sus familiares vinieron desde diferentes lugares, Orán, Arequito, Tucumán, Córdoba, Cerrillos y hasta la mismísima cantante de folclore Soledad Pastorutti le envió un video desde Arequito, deseándole feliz cumple, con la promesa de pasar a saludarlo cuando salga de gira y pase por El Naranjo.
Luego del reencuentro con todos sus seres queridos, don Félix dialogó nos contó acerca de la vida, sus trabajos y vivencias. “Yo nací y me crié en El Naranjo, quedé huérfano a los cuatro años, viudo a los cincuenta con cinco hijas mujeres, y la menor, que era directora en la escuela en San Felipe, murió hace poco, a los pocos días de jubilarse”, expresó con profunda tristeza.
“La mayor vive en Orán, y ya se va en un rato. La otra vive Santa Fe y mi hija Zulema toda la vida vivió conmigo. Cuando viene la familia, es todo felicidad, hasta que se tienen que ir”, manifestó. Luego de recuperar el aliento por la emoción, agregó: “He pasado mi cumpleaños con más de cuarenta personas, entre hijas, nietos y bisnietos. Vinieron de Arequito, Santa Fe, de Tucumán, Córdoba y hasta de Bolivia, no faltó nadie. Estuvo también don Alfredo Olmedo, su esposa, y mi amigo Charan Singh”.
Sobre su alimentación, el bisabuelo aseguró que come de todo hasta el día de hoy. “Yo no soy delicado, como de todo, y preparo desde toda la vida locro, que es lo que más me gusta comer”, contó.
“Fumaba, comía, tomaba, pero nunca nada con exceso. Casi nunca me enfermé, salvo una vez que me operaron y mal”, recuerda.
“He llegado a hacer hasta quinientos litros de locro. Sé hacer chorizo colorado, morcilla, quesos y quesillos. Y en el fondo de mi casa, tengo una pequeña huerta, siempre tuve buena mano para las plantas, tengo naranjas, limones, mandarinas, duraznos, chirimoya, ciruelas y palta”, señaló. “Todavía sigo haciendo locro todos los inviernos. Sobre todo les hago para que mis hijos lleven a sus casas, mi locro llega a Santa Fe y hasta a Bolivia. Lo pongo en el freezer para que se congele y lo llevan. Mi nieto vive en Arequito y también le mandé a la Sole con él”, dijo.
Un largo recorrido laboral es otra de las curiosidades de la vida de don Félix, de manera contundente recordó: “Yo hice de todo, me he ganado el dinero siempre sanamente y sin pedir un peso a nadie, nunca le he debido nada a nadie, me las he arreglado solo luego de quedar huérfano, trabajando de peón, después tenía un almacén”.
“Una vez que enviudé, quedé solo con mis cinco hijas, y tenía que trabajar para que ellas pudieran estudiar y vivir en una pensión en Rosario de la Frontera. He llegado a ganar hasta dos o tres pesos por día luego de trabajar horas enteras bajo el sol”, relató.
“Toda mi vida he vivido acá. También trabajé en la policía, fui comisario y encargado municipal, encargado del Registro Civil, he sido presidente de todas las instituciones, fundé en esta casa el fortín de gauchos, trabajé como encargado del Correo y tenía mi boliche”, dijo orgulloso.
Muy consciente de la importancia de la educación escolar, el abuelo expresó: “Siempre he buscado el peso para criar a mis hijas y poder hacerlas estudiar en Rosario”.
“Luego de enviudar me dediqué a la crianza de mis hijas, nunca quise tener otra mujer, no quería tener que pensar que no iba a querer a mis hijas o que las iba a tratar mal, por eso decidí que era mejor estar solo y dedicarme plenamente a ellas”, relató.
Don Satti, un poco inquieto, también contó: “Me gusta salir a caminar por ahí, ando por el monte, por los cercos, voy a ver las gallinas, las plantas, los pájaros. No me gusta quedarme quieto”.
FUENTE: EL TRIBUNO SALTA